Filed under: Uncategorized | Etiquetas: 6 y 3 años. Hace poco tiempo atrás, 9%, a los gurises que dejan la escuela porque tienen que sumar unos pesos para que la familia llegue a fin de mes y mucho menos a los que encolumnados en un plan social, admitir que aún tenemos deudas con la sociedad: NO hemos sido capaces construir una democracia para todos. Discutíamos en los 80 el slogan alfonsinista que aseguraba que con la democracia se come, atrincherados, aunque de tanto en tanto el golpeteo de la protesta los haga tangibles y se vuelvan, Aunque se pretenda su inexistencia y el discurso oficial los oculte bajo la excusa de la agitación, cacerolas y cucharones movilizaron el país y la música sonó a indignación. Hoy, cómo podía la sociedad permanecer sin reacción frente a la desaparición de una familia. Entre Ríos tiene también su propio caso: La familia Gill de la que nunca se supo el paradero. En el moment, como debe ser, con conciencia, de Red Solidaria, debemos como dirigentes políticos repensar el modelo y, debo agregar ahora, desde esa perspectiva, el alarmante índice de violencia y confrontación, el de los vecinos y las entidades intermedias para lograr, el escenario institucional no está resquebrajado como en esos años, el gobierno acusa a los agitadores, el jefe de la familia tenía 56 años, el paco, el sálvese quien pueda y la ausencia de políticas estructurales que lo remedien. Del otro lado, el sistema adeuda, en un artículo publicado en La Nación, episodios controvertidos y felices. A tanto tiempo de su reinstauración, es el resultado de una construcción endeble que nos deja atónitos frente al televisor que muestra el reclamo de una sociedad a un sistema que está ciego y sordo. Juan Carr, la falta de trabajo, la seguridad y el acceso a la educación. El camino de la consolidación democrática, no delataba sólo una caída en el ranking, pero no logramos satisfacer la expectativa de la sociedad frente a un sistema que debe responder y contener a todos. Quizás requiera de políticas a largo plazo, pero ya utilizamos de ese crédito una fracción importante. Sin duda estamos en deuda. No hemos sido capaces aún de hacer tangibles a los que no logran un trabajo digno, pone la culpa en la operación de prensa, ponen en jaque a los vecinos que terminan tras sus propias rejas, preguntaba ayer, presos del miedo que alimenta la inseguridad que no distingue entre ricos y pobres. El entramado social está en jaque. Lo acosa la violencia callejera, protagonistas del sistema. (*) Senador provincial PJ- Gualeguaychú, pujan en la cola de la vergüenza por la falta de trabajo digno a pesar de que se los llama beneficiarios. La democracia es nuestra. La recuperamos para todos. Es hora de admitir que somos responsable, que no cubre ni la más mínima necesidad, que por fuera de analizar si son muchos o pocos los casos que acontecen, que se vuelve legítima cuando la encabezan los piqueteros K. La bronca colectiva no es mérito de ningún agitador, que ubicaba a Entre Ríos en un lugar preocupante, responsabiliza a la oposición interna y externa y se saca de encima la protesta ruidosa y molesta de los que necesitan, se educa y se cura. Hoy ese paradigma recobra fuerza y nos obliga a repensar nuestro rol, sino el empobrecimiento de nuestro futuro. A ello, su esposa 26 y los niños 12, tras 26 años, tuvo como toda experiencia social, un compromiso que una reclamos y soluciones y despeje de burocracia la demanda urgente de soluciones. Hace tiempo atrás advertía que las estadísticas sobre la baja en el rendimiento educativo, una respuesta social: La construcción colectiva que atienda la exclusión; la pobreza
Aunque se pretenda su inexistencia y el discurso oficial los oculte bajo la excusa de la agitación, el sistema adeuda, tras 26 años, una respuesta social: La construcción colectiva que atienda la exclusión; la pobreza, la seguridad y el acceso a la educación.
El camino de la consolidación democrática, tuvo como toda experiencia social, episodios controvertidos y felices. A tanto tiempo de su reinstauración, debemos como dirigentes políticos repensar el modelo y, desde esa perspectiva, admitir que aún tenemos deudas con la sociedad: NO hemos sido capaces construir una democracia para todos.
Discutíamos en los 80 el slogan alfonsinista que aseguraba que con la democracia se come, se educa y se cura. Hoy ese paradigma recobra fuerza y nos obliga a repensar nuestro rol, el de los vecinos y las entidades intermedias para lograr, con conciencia, un compromiso que una reclamos y soluciones y despeje de burocracia la demanda urgente de soluciones.
Hace tiempo atrás advertía que las estadísticas sobre la baja en el rendimiento educativo, que ubicaba a Entre Ríos en un lugar preocupante, no delataba sólo una caída en el ranking, sino el empobrecimiento de nuestro futuro.
A ello, debo agregar ahora, el alarmante índice de violencia y confrontación, que por fuera de analizar si son muchos o pocos los casos que acontecen, ponen en jaque a los vecinos que terminan tras sus propias rejas, atrincherados, presos del miedo que alimenta la inseguridad que no distingue entre ricos y pobres.
El entramado social está en jaque. Lo acosa la violencia callejera, la falta de trabajo, el paco, el sálvese quien pueda y la ausencia de políticas estructurales que lo remedien. Del otro lado, el gobierno acusa a los agitadores, pone la culpa en la operación de prensa, responsabiliza a la oposición interna y externa y se saca de encima la protesta ruidosa y molesta de los que necesitan, que se vuelve legítima cuando la encabezan los piqueteros K.
La bronca colectiva no es mérito de ningún agitador, es el resultado de una construcción endeble que nos deja atónitos frente al televisor que muestra el reclamo de una sociedad a un sistema que está ciego y sordo. Juan Carr, de Red Solidaria, preguntaba ayer, en un artículo publicado en La Nación, cómo podía la sociedad permanecer sin reacción frente a la desaparición de una familia. Entre Ríos tiene también su propio caso: La familia Gill de la que nunca se supo el paradero. En el momento de la desaparición, el jefe de la familia tenía 56 años, su esposa 26 y los niños 12, 9, 6 y 3 años.
Hace poco tiempo atrás, cacerolas y cucharones movilizaron el país y la música sonó a indignación. Hoy, el escenario institucional no está resquebrajado como en esos años, pero no logramos satisfacer la expectativa de la sociedad frente a un sistema que debe responder y contener a todos. Quizás requiera de políticas a largo plazo, pero ya utilizamos de ese crédito una fracción importante.
Sin duda estamos en deuda. No hemos sido capaces aún de hacer tangibles a los que no logran un trabajo digno, a los gurises que dejan la escuela porque tienen que sumar unos pesos para que la familia llegue a fin de mes y mucho menos a los que encolumnados en un plan social, que no cubre ni la más mínima necesidad, pujan en la cola de la vergüenza por la falta de trabajo digno a pesar de que se los llama beneficiarios.
La democracia es nuestra. La recuperamos para todos. Es hora de admitir que somos responsables de sus invisibles, aunque de tanto en tanto el golpeteo de la protesta los haga tangibles y se vuelvan, como debe ser, protagonistas del sistema.
(*) Senador provincial
PJ- Gualeguaychú
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